Alguien debe arremeter contra esta parafernalia elitista-alternativa que se ha dado en los últimos tiempos: estas revistas electrónicas que se llenan la boca con palabras grandes como lo “alternativo”, lo “independiente”, lo “emergente”… Las que apoyan a “la música chilena”. Revistas electrónicas muy frecuentadas por las juventudes indie, y que actúan en la lógica del capital y de la industria, convirtiendo el discurso en mercancía a la orden de una masa fervorosa de consumidorxs “underground”, que conforman una moda elitista representada por hombres y mujeres demasiado “culturales” para el resto de los mortales (de esxs que se pasean por todos los pub’s y bares de la capital, amando “la ciudad y sus contrastes”).
Se debe arremeter contra ellos, ya que éstos sitios pueden adjudicarse la importante tarea de convertir la miseria en folclore, procesar la marginalidad como estilo, la rebeldía como vanguardia, la pobreza como empresa… Y es que la industria sabe muy bien cómo transformar las cosas en un producto. Se obtiene lo mejor de ambos mundos: la atractiva e interesante imagen del (la) insurrectx, sin las molestias que acarrea serlo. Entonces pueden vender su producto a la vez que se tildan a si mismxs como “independientes”.
La movida alternativa-independiente pega fuerte hoy en día. Son como lxs pokemonxs de las universidades caras: Carretean en reductos de clase, esos pub’s alternativos de Suecia y Bellavista. En vez de usar el pelo pegoteado y cintillos, usan botas y chaquetas de cuero con lentes oscuros, les encantan los 70’s y los 80’s, y se drogan al compás de bandas psicodélicas-electropop-indie-rock. El gran logro de todos los sitios de los cuales hablamos, han sido lograr catalizar esta vanguardia y ser portavoces del “fenómeno alternativo”. Esto lo han hecho a punta del financiamiento de marcas comerciales, realizando y promocionando eventos caros y malos, y de rendirle culto incondicional a un hermético círculo de músicos apitutados. Estas plataformas son las que estamos criticando hoy, por reproducir un modo de dominio, una fachada cultural que esconde un profundo interés de clase.
Se defienden bajo la bandera de “apoyar la música emergente, la música chilena”. Conceptos horribles. Lo emergente ya lo hemos criticado, en un post anterior. Ahora, eso de la “Música Chilena” cae en un pragmatismo obsceno: uno no apoya la música por ser chilena, ni peruana, ni canadiense, esto es caer en un formalismo carente de todo contenido y por lo tanto, es absurdo. Este pensamiento abunda en todos los enemigos del la música liberada. Por ejemplo, cuando sale “Radio Uno” dedicada exclusivamente a música chilena, toda esta manga de fascistas del derecho de autor, no podían estar más felices. Todos los esclavos de la SCD, esas Denisse Malebrán, esos Quique Neira, los mismos que intentan pasar leyes de restricción al flujo libre de música en la internet, o apoyan iniciativas abyectas como el reciente proyecto de ley, que busca fijar un 20% de música chilena, en la programación de las radios… Todos estos dinosaurios reconocen casi una responsabilidad inherente al “pueblo chileno”, el escuchar “música chilena”, en una especie de “si es chileno, es bueno”. Este chovinismo absurdo es reproducido por los sitios que, entrampados en clivajes patrios, legitiman su producción escondiéndose en este disfraz filantrópico, de “apoyar lo nuestro”. No nos interesa de dónde provenga la música, y no creemos en ningún tipo de fanatismo, menos en el patriotismo.
¿Y qué pasa con las bandas “independientes”? Creemos que el concepto debe ser sometido a muchas críticas: ¿independiente de qué? ¿Con respecto a qué? ¿No encontrarse en un sello de mayores proporciones te convierte en una banda independiente? Así es fácil ser “independiente”, ya que el concepto no te dice mucho: Con financiamiento comercial, o postulando a fondos del estado, las bandas aún pueden denominarse independientes. Por esto, desde la autonomía, queremos quebrar el discurso de “lo independiente”, que es utilizado a diestra y siniestra, y que ya ha perdido toda significancia. La autonomía, a diferencia de lo independiente, se basa en un rechazo ideológico a todas las formas de poder que ejerce la industria, es la convicción de no transar ante sus exigencias, es un rechazo al dominio del capital en todas sus formas y se basa en la autogestión y en la cooperación, en la capacidad que tenemos de plantearnos nuestros propios fines.
Que quede claro: no nos interesa realizar una campaña activa contra todos estos sitios shuper locos, ellxs que sigan en la suya, da igual. No se trata de decir: ¡NO LEAN SUPER45!, ¡NO SE METAN EN DISORDER!, ¡NO VEAN VIDEOS EN POTQ!, ¡NO ACEPTEN ENTREVISTAS PARA WOW!, ¡NO SE METAN EN MUS!, ¡NO SE INFORMEN EN SABORIZANTE! Etcétera... Si alguna vez, éstos sitios se dan el tiempo de escuchar una banda fracaso, perfecto. El asunto es desenmascarar las formas que adopta la industria cultural, y desde la práctica seguir construyendo horizontes de lucha, que logren avanzar en lo que creemos que vale la pena: la música honesta, fomentar los caminos que no llegan al embrutecimiento de la gente y todas las actividades que ayuden a darnos una bocanada de libertad.
Contra la música orientada al éxito y al consumo, nosotros preferimos fracasar.
Hemos Venido Fracasando
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