Me gustaría hablar de una problemática que si bien parece tan ridículamente
alejada de nuestras realidades, es importante de discutir. ¿Vivir de la música
es un problema para lxs que aspiran a música liberadora?
Así, de plano, no. Cobrar entradas en tus presentaciones no es un
problema –aunque sí podríamos discutir el precio- , vender discos no es un
problema, sacar merchandaising no es problema, vivir de la música en éstos
términos no se diferencia demasiado de las prácticas autogestionarias de muchxs
compañerxs, que para no entrar al cochino mundo laboral optan por otras vías
para hacerse el día. Se debe reconocer y aceptar esa opción, pero sin hacer
apologías.
Entonces ¿Cuándo se contradicen las ideas libertarias con nuestras
prácticas cotidianas? La respuesta parece obvia: Cuando alimentan lo que están
tratando de destruír. El asunto es que dicha repuesta no tiene una interpretación
única. Se puede entrar en una discusión bizantina sobre el momento específico
en cuando se fortalece al capital, en donde podríamos decir qué practicas
concretas lo alimentan y cuáles le dañan. Mi visión al menos, es que se puede
vivir de la música sin alimentar lo que pretendemos destruír, tdxs lxs que nos consideramos
libertarixs y buscamos la revolución social, pero no es tarea fácil… Sin ir más
lejos, yo no lo he logrado, por más que me gustaría.
Hay quienes me pueden argumentar que tranzar mercancía, valida la
circulación de capital, que el aceptar dinero apoya la abstracción del valor de
uso y que coopera en la larga cadena de la explotación humana, y que uno
termina formando parte del sistema, y muchos otros argumentos en que si bien
podríamos encontrar su sentido teórico, no avanzan en generar una práctica antisistémica
viable y concreta, y por el contrario, sólo justifican el transitar por el
mercado sin remordimientos. Hay que partir del entendido de que todxs formamos
parte de este sistema que detestamos, y que gran parte de nuestras vidas estamos
sometidos a entidades que aborrecimos, pero ello no nos impide el tratar de disminuír
dicha contradicción en todo momento: "Todos nosotros, sin
excepción, nos vemos obligados a vivir más o menos en contradicción con
nuestros ideales, pero somos socialistas y anarquistas porque sufrimos esta
contradicción, y en la medida en que la sufrimos y tratamos de reducirla al
mínimo posible. El día en que llegásemos a adaptarnos al ambiente, se nos
pasaría naturalmente el deseo de transformarlo y nos convertiríamos en simples
burgueses: burgueses quizá sin dinero, pero no por ello menos burgueses en los
actos y en las intenciones" Encuentro sumamente lucida esta cita de
Malatesta, ya que asume la contradicción, y no se encandila con tratar de zanjarla en su completitud, es
eso igual de inútil que imposible, de lo que se trata es de luchar contra ella,
no negarla.
Vivir de la música es un buen
ejemplo para ver los límites de esta discusión. Si bien pienso que es posible,
y no cae en una contradicción el luchar contra el capital, y vivir de la
música, en la práctica dicha opción está muy ligada a prácticas que a mi
parecer si caen en paradojas de grueso calibre. Los límites para mí no son muy
polémicos ni difíciles de distinguir, el límite es entrar en los juegos de la industria y el mercado: Mercantilizar la
música, entibiar el discurso o adaptarse al nicho de consumo, profesionalizar
la práctica musical y por supuesto, firmar con cualquier tipo de empresa
dedicada a la industria cultural, son prácticas que indiscutiblemente alimentan
el embrutecimiento, la espectacularización, el consumo, la cultura del
castramiento identitario y la veneración
de ídolos. Voy a tratar de ahondar en un par, aún cuando todos están muy
relacionados entre sí.
Mercantilizar
la música: La música si uno la considera una herramienta para liberar,
no puede en si misma estar presa de una condicionante. Si bien creo que es
legítimo y necesario cobrar por los discos, ya que significan una inversión
importante, que idealmente a uno le gustaría recuperar… El horizonte de música liberadora
es siempre llegar a la mayor cantidad de personas posibles, y disminuir de la
mayor forma posible los obstáculos de accesibilidad. Internet, hoy nos permite
eso, con descargas gratuitas, escuchar online, etcétera. La ideología del
Copyleft nos dice mucho de aquello, la música u otra generación de conocimiento
o arte crítico, es aquel que está completamente liberado en todos sus usos:
Reproducción, consumo, difusión, modificación, etcétera.
Entibiar
el discurso o adaptarse al nicho de consumo: El mercado basa su existencia en
que la mercancía que transa es apetecible, en lo posible adictiva. La única
música que puede esperar ser exitosa en el competitivo mundo de la industria
cultural, es aquella que no desagrada, que es cómoda, usual, identificable,
tanto en sus letras, como en su expresión musical. El Discurso es tanto Lo que uno toca y cómo uno toca, y no sólo lo que uno dice. Uno puede entibiar las tres formas. En Hemos
Venido Fracasando distinguimos esas tres formas, como tres áreas en que la
música debe plantearse liberadora, ya sea con un discurso liberador (lo que uno
dice), con una práctica autogestionaria (como uno toca), o con un estilo
radical e innovador (lo que uno toca). El mercado, a mi juicio, es incompatible
con dos de tres. En innumerables ocasiones me ha tocado sostener la discusión
con amigos, sobre el mensaje que quiere transmitir la música y en el cómo la
transmite. La postura es que un mensaje revolucionario no puede estar atrapado
en un nicho elitista de tipos que puedan “aguantar” un estilo liberador, o que estén inmersos en el pequebú underground… En
ese sentido está permitido firmar con la EMI si es que tienes un discurso
revolucionario, porque el fin revolucionario de “llegar al pueblo” justifica el
medio de la industria. Algo así como Calle 13, o Rage Against the Machine. Pero
a mi juicio se cae en el error de ensalzar lo lírico por sobre las prácticas
y/o una ejecución innovadora. Y más aún, por mucho que le donen morlacos a los
Zapatistas, o que salgan con poleras apoyando a Palestina, no se puede hablar de insurrección,
sedición y liberación cuando se sostiene una cadena de consumo, vital para la
existencia del capitalismo.
Profesionalizar
la práctica musical: Hay pocas cosas más desagradables que una banda
que no pueda tocar sin prueba de sonido, que no toque si no hay catering, que defienda
los intereses del gremio, que llore porque piratean su música, que saque el
discurso de “es mi trabajo, respétalo y págame”, que se sindicalice en la SCD y
defienda con uñas y dientes su producto… todos males del músico profesional,
que ha vuelto su práctica musical en un cuidado y estiloso negocio, y que como dice un amigo, se transforman en una mierda cuica y aburrida. Es para mi una esencia
vital de la música que vale la pena, aquella que no se da tantos rodeos y esten
donde tengan que estar, sin condiciones, sin lloriqueos. Lastimablemente para
vivir de la música muchas veces los músicos deben tomar esas “precauciones”
para volver rentable su aventura.
Pocos músicos conozco que puedan
vivir de la música sin caer es éstos vicios del capital, que ahogan la llama
que debe tener una melodía que busque liberar consciencias, que incite a la
acción y que levante los ánimos para la lucha.
Hay alguien ahí?
Rhonny – Hemos Venido Fracasando